20 janeiro 2007

LA QUEMA DEL JUDAS - (2)

por Pablo Cúneo

Nuestro estudio

Estimulado por la lectura de Un vintén p’al Judas emprendí en Montevideo una investigación de campo durante los años 1992 al 1996. Para ello construí una serie de preguntas que fueron realizadas en forma oral a niños que se encontraban en la calle pidiendo ‘plata para el Judas’ y cuyas respuestas fueron grabadas. Se apuntó a conocer fundamentalmente si el Judas llevaba nombre, a quién representaba, los motivos que daban los niños para su destrucción y las razones de que el muñeco lleve como nombre Judas.

A partir de las entrevistas realizadas surgen nítidamente 2 grupos definidos de Judas. El primero de ellos, cuyo tema central es la muerte de Jesús, está compuesto por Judas que aparecen representando al asesino de Jesús. El segundo grupo, en cambio, lo componen Judas que llevan el nombre de personas queridas y admiradas como familiares y amigos. Confirmé plenamente la observación realizada por Paradella 40 años antes.

-Sabina de 7 años construyó su Judas con su papá y su primo, le puso como nombre Felipe “porque es como mi abuelo”.

-Inés de de 12 años se le ocurrió ponerle el nombre Pedro pues así se llama su novio.

-Aníbal de 12 años llama a su Judas Manuel “porque yo tenía un amigo que se llamaba Manuel y se fue de la escuela”, preguntado sobre los motivos de la elección del nombre dice: “porque es parecido a él”.

-Diego de 8 años nos dice que su Judas se llama Martín, “como tengo un amigo que se llama Martín le puse Martín”.

-Jean Pierre de 8 años también llama a su Judas Martín “porque es mi mejor amigo”.

-Daniel de 12 años acompañado por otros chicos llama al Judas Joaquín, preguntado responde uno de los niños: “por Sabina”, refiriéndose al famoso cantautor, mientras J. Pierre replica “por un amigo”.

-Eduardo de 10 años, Valentina de 8 y Andrés de 11 queman al Judas con bombas y cohetes que ponen dentro del muñeco al que llaman Pepe. Preguntados por el motivo dicen: “lo hacemos bien humano, como si fuera humano, tiene cara de Pepe por el pelo y todo”; preguntados sobre la identidad de Pepe responden: “Pepe, un amigo”.

-Alberto de 10 años quema al Judas con la ayuda de su padre, dice que todavía no le puso nombre pero que tal vez lo llamará Martín “porque es el nombre de mi primo que me gusta más, es mi mejor amigo”. Preguntado por los motivos de su elección responde: “porque es mi mejor amigo y lo trato a él (señala el muñeco) como mi mejor amigo también”.

Podríamos continuar la lista y agregar nuevos niños con Judas que llevan nombres de amigos, primos y otros familiares. Ahora bien, ¿cómo explicar entonces que el Judas que luego será destruido lleve el nombre de personas queridas?

Traduciendo lo observado hasta aquí la respuesta parecería apuntar a que el Judas aparece como el sustituto de la persona querida y como tal es objeto de la violencia que el niño querría dirigirla a ésta.

-Martín de 10 años, Rubén de 11 y Diego de 8 se me acercan y me piden plata para el Judas señalando a otro niño, Santiago de 8 años que se encuentra sentado con la cabeza gacha como si fuera el muñeco.

E-¿cómo se les ocurrió hacerlo al Judas con él?

M- le ponemos una peluca y unas pilas por dentro para que mueva la boca.

E- ¿y con él que hacen después?

R- lo matamos.

M- lo tiramos.

E- ¿y él quién es?

M- es el Judas.

E- ¿son amigos?

R- yo no, yo si quiero lo mato, ¡mirá!

En este momento de la entrevista los tres amigos comienzan a tirarle del pelo y a patearle con suavidad indicándome que se trata del Judas.

E- ¿qué hacen?

D- le pegamos.

M- yo le pego.

E- ¡pero te están pegando! (le digo a Sebastián).

M- no le hace nada, el es de mentira y le pusimos otras pilas para que mueva los ojos.

Podemos observar en este ejemplo, en el que se invierte el objeto representado la dinámica en relación a los Judas que llevan nombres de personas queridas: de la misma manera en que Santiago aparece golpeado y agredido en el lugar del muñeco y no como el mejor amigo, los muñecos que llevan el nombre de figuras queridas son destruidas en lugar de la persona por la que llevan el nombre.

Ahora bien, ¿qué motivos dan los niños para quemar al Judas en el grupo que llevan el nombre de personas queridas y admiradas?

-Verónica de 9 años y Rubén de 5 son hermanos, el niño nos dice cosa que es negado por su hermana que el muñeco lleva el nombre del muchacho que le gusta a Verónica. La niña dice que quema al Judas “para que de suerte”.

-Aníbal que como ya vimos le puso al Judas el nombre de su amigo Manuel ante la pregunta por los motivos de la quema dice:”mi madre me dijo que hay que quemarlo sino da mala suerte”.

-Eduardo, Valentina y Andrés a los que ya entrevistamos y que le pusieron al muñeco el nombre de Pepe por su amigo dicen: “todos dicen que se tiene que quemar porque sino da mala suerte, claro porque si vos pedís con el mismo Judas te da mala suerte y la gente no te da plata, es parecido a una maldición, da mala suerte”.

- Ángelo de 11 años que quema al Judas rociándolo con alcohol y que le puso como nombre Marcos por un amigo nos dice: “dicen que da mala suerte para el otro año”.

He hallado el mismo tipo de respuestas en niños que no le han puesto nombre a su Judas y que tampoco lo asocian a figura alguna, por tanto no se trataría en este caso como dice Paradella de muñecos construidos “sin otra intención que la simple diversión”. Los niños consideran que deben quemarlos para que no les de mala suerte pues de lo contrario no recibirán plata.

James Frazer (1961) en La rama dorada describe como en varios lugares de Europa el Judas, como representante de Judas Iscariote, es quemado creyéndose que así se obtendrá una buena cosecha al protegerla de las inclemencias del tiempo.

Vemos así que los Judas deben ser destruidos para poner fin o evitar las desgracias. Y esto es así, se trate del Judas como representante de Iscariote como lo muestra Frazer o como sustituto de una figura amada-admirada como puede verse en nuestro estudio.

Ahora bien, hemos visto que en Uruguay los muñecos son quemados por algunos niños el 31 de diciembre cosa que coincide con lo que ocurre en Ecuador donde se construyen unos muñecos quemados como Año Viejo, Paulo de Carvallo-Neto (1964) refiriéndose a ello dice que “en otras partes de América se lo conoce por Judas”. Como podrá observarse, en esta fecha están presentes la muerte y la vida, en este caso referidas al año que termina y al año que comienza.

Muchos estudiosos han considerado la “muerte” y la “resurrección” de la naturaleza como la causa última de los ritos, sin embargo todo desorden de la naturaleza siempre es referida a la acción de un culpable. Veremos pues, que en última instancia, lo que está en juego es la castración.

Frazer muestra como en las monarquías africanas, la marcha de la naturaleza queda indisolublemente asociada a la persona del rey. La fertilidad de los campos, de los animales y la del propio Hombre se vinculan a su poder y cuando sus fuerzas decaen se cree que la naturaleza también se verá afectada. Por tanto el rey es muerto a la menor señal de decadencia física: aparición de arrugas, canas, impotencia sexual o por la caída de un diente. Para bien o para mal se cree que las fuerzas del rey influyen sobre la naturaleza y cuando se trata de lo segundo, el rey con la marca en su cuerpo como único culpable es sacrificado. En otros casos el rey se ve obligado por la comunidad a cometer incesto en determinadas ocasiones y a transgredir otras acciones prohibidas, todo ello en un marco ritual en el que el rey es insultado y maltratado por lo que hace.

En muchos de éstos lugares se estableció una variante: se sustituyó el sacrificio del rey verdadero por un rey temporero o de burlas. Por determinado lapso de días el rey deja sus funciones a otra persona, por lo general a un prisionero, quien gobierna en su lugar al serle transferido las funciones mágicas de aquél. Durante este periodo el nuevo rey se comporta como el verdadero, come, bebe y mantiene relaciones sexuales con las mujeres del monarca hasta que finalizado el tiempo estipulado muere en su sustitución.

En realidad ocupa un doble lugar, como monarca absoluto poseedor de la autoridad ejerciendo la ley y como trasgresor de la misma.

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